El danzarín de la noche
Ya no habrá danzarín de la noche ni la noche del danzarín; a todos algún día nos toca partir, nuestro espectáculo, el atril, el escenario, las bambalinas, el vestuario, los libretos, los emolumentos, los personajes, las caretas, los recaudos; todo queda acá en tierra, cuando presurosos nos toca partir.
Danzando lentamente
en el semáforo,
entre carros, entre motos,
se deslizaba aquella criatura
salida de la noche
bañada de luces de neón.
Una vuelta, dos, tres,
se tambaleaba,
esquivaba a la moto
que con furia envestía,
y con su cuerpo hecho un nudo,
estiraba una mano,
y la otra, ni una moneda caía,
pero el danzarín del crepuscular
anochecer ya lo sabía,
pronto una moneda y muchas,
como cascadas
a sus habidas manos caerían,
con la voluntad de una roca,
el hombre de la vía insistía.
De repente un taxista
a esta criatura
que se retorcía en la vía,
de él se compadecía,
una moneda a su mano caía,
pero el danzarín de la noche
entre la caravana de carros
insistía al que conducía,
la ambulancia
al del carro de bomberos,
al del coche blanco elegante,
al del auto gris plateado,
al de la volqueta y la carreta,
al campero, y al coche fúnebre,
a todos con su danza los abatía,
avasallaba tambaleante, lento
retorciendo su cuerpo en la vía.
Una, dos, tres, muchas monedas como nueces
a sus sedientas manos hechas garras caían;
aunque esperaba un billete de los grandes,
solo así de su escenario partiría.
Este actor salido como ratón
de algún rincón de esta Medellín,
con sus piernas retorcidas
hacia el amago en sinuosa coreografía,
esperaba ansioso, sudoroso que otra moneda
su voraz apetito colmaría.
La amplia autopista había quedado vacía,
en la espesa noche de neón,
verdemente iluminada en la esquina,
el danzarín lentamente caminaba,
cada vez más rápido, la cojera cesaría
y en la esquina con las dadivas
en los asados
su paladar saciaría,
así pasarían uno y otro día
y un año más, ni el Covi
de sus clientes le alejaría,
era el acróbata de la noche sin timón,
el acróbata de la vía
que todos muy bien conocían.
¡Uy!... ¡Uy!... ¡Uy!
Se llegó el temible día,
el acróbata de la vía
se aceró presuroso
a inaugurar su función,
iniciando el nuevo año,
¿Cuánta propina ganaría?
es que no había bailarín más
desgarbado, más tambaleante en la vía
que inspirara hasta el más duro corazón.
Aquel día con la vía casi vacía,
el frenesí de la hora pico,
la prisa de regresar a casa,
la fatiga, y por la pandemia
toque de queda,
no le permitió subir el telón
al danzarían de la noche.
Bajo la lluvia el danzarín resbalaría,
un auto que a gran velocidad vendría,
todo su cuerpo fracturaría.
Hoy el danzarín de la vida
a otro paraíso a realizar
su espectáculo partiría.
Se esfumaron los espectáculos
del semáforo,
de su diestra mano
entreabierta en la vía,
unas cuantas monedas caían.
Esa noche y muchas noches
el señor de los asados cavilando,
se interrogaría,
¿Qué habrá pasado con el bailarín de la vía
que me hacía tan inmensa compañía,
cuando la noche quedaba vacía?