Cuerpos

poema de PAR

Cuerpos en el tabernáculo del olvido,
cuerpos amplios y estrechos, multiformes,
frágiles como como línea sin final,
como la pluma que empieza a viajar.

Cuerpos del presente y el pasado,
del recuerdo y el olvido,
de arcilla, metal,
o lustroso pedernal,
perdiéndose…
en la bóveda celestial.

Carne, hueso, sangre,
mariposa saliendo del cuerpo
explosión de vida,
en el átomo,
eclosión de la semilla,
que todo lo va a poblar.

Ritmo cadencioso,
sin descanso,
consecuencia, efecto,
dando lugar a lo perfecto,
a lo imperfecto,
a lo diferente, a lo igual,
a lo positivo y negativo,
a lo que pudo ser…
pero que algún día será.

Cuerpos…
En la línea y en el punto,
que unen el aquí y el allá,
en el delta del Paraná.

Cuerpos que hablan y lloran,
que gimen y se arrastran,
que vuelan y luego
levitando para hibernar.

Jinetes sin descanso,
que nunca mueren,
energía que se transforma
en bella amapola,
en pájaro, acaso,
en preciada monarca,
preparando el trigo
para el pan
que se va hornear.

Cuerpos dejándose
llevar por las olas del mar,
buscando una esperanza,
jugándose la bandera de la libertad
en medio del Mediterráneo mar.

Cuerpos del olvido,
botín de guerra,
seducción del deseo y la pasión,
que no se pudieron acallar.

Cuerpos, semillas esparcidas
por el polvo, por el aire,
estrujando, palpitando,
multiplicando, sumando, restando,
en el rocío, en la tierra, en el océano,
encallando en las playas,
donde se percibe el humano aroma
cuando en las mañanas
el sol se asoma.

Cuerpos elípticos, multiformes,
danzando con su canto,
olfateando, promesas, regresos,
tan cercanos, tan lejanos…
del aquí y del ahora.

Hondonadas en la oscuridad,
despertando, durmiendo,
gimiendo, abrazando, estrujando,
besando, golpeando,
apareciendo y desapareciendo,
en la voz que los menciona,
en la voz que los calla.

Cuerpos que existen porque
alguien los percibe,
al mirarlos, al tocarlos, al mimarlos,
al olfatearlos y probarlos,
al tenerlos a su lado,
aunque ellos mismos,
de su existencia,
se hayan olvidado.