Socrates

No quiero conocerme ni a mí mismo,
Sócrates, porque sé que acabaría
en Delfos suplicando profecía
y hundido por sus labios en su abismo.

Conocerla provoca el paroxismo
en la sangre que estuvo siempre fría,
relámpago mortal que desafía
las dos premisas de mi silogismo.

!Oh Sócrates que alumbras las verdades
niégame hasta tres veces lo que siento,
no quiero las verdades del barquero;

no crees en esta calma tempestades
y si preguntas por mi sentimiento
Sólo sé: no sé nada; y que la quiero.