No tenemos un domingo

“Deberías estar aquí”, te escribo en el teléfono
Como pidiendo deseos a la primera tarde de junio
Mientras frente a la playa queda solo un domingo
Con su terrible látigo vaciando las calles y las plazas.

“Deberíamos estar en cualquier lado” -me contestas-,
Como diciéndome que nada de esto importa,
Nada de esto que son las calles y el látigo que sangra cuando el domingo entra en su tarde
y comienza a sonar con su voz de campana rota.

Y hablamos,
Nos decimos que la vida es la respiración lenta de los sueños,
Es la noche donde tú duermes
Para decirme que has venido de lejos
Sin importar el viaje y la tormenta.

Un domingo frente a la playa
El sol derrama su miel calipso sobre el mar.
Un domingo frente a la costa
La tormenta se desata sin calendarios ni tiempo
Y los días se aman al otro lado de su existencia.

Y al fin hay escritas un par de frases en el teléfono que me recuerdan que nada es lo que parece
Para saber que algo
Parecido a nuestro encuentro existe en un lugar al que preferimos no nombrar.

No tenemos un domingo,
Pero tenemos el deseo convertido en el mar
Tenemos la respiración del uno sobre el otro
Mientras la noche avanza.