Naufragio

Lo que me dieron
nunca ha sido mío.
Cuando los otros llegan yo me alejo
en vuelo titubeante por la costa
pronto acude el silencio, paralítico
mis manos en timón se tergiversan
desbocadas en medio de la bruma.

Quietas las telarañas en la alacena
y su dueña desposa al perseguido
la carnada devora al pez hambriento.

Ese beso salado tan mortuorio
me desató el insomnio adormecido.

Padre mío regresa con tu barca
borra el nombre ficticio en las amuras
no heredes la orfandad del mes de junio
sin amparo a la fiebre tormentosa
ante el trasiego del agua danzarina
golpetear insistente en la escotilla
que se sale del quicio hacia la playa.