Víctimas de las naves voladoras

(Que tire la primera piedra el que esté supeditado a la certeza absoluta)

Las culebras: según la absurda tradición de antaño,
no eran vistas con buenos ojos en nuestro paraíso,
bien lo sabía el águila que las capturaba sin indulgencia,
burlando su desesperado serpenteo entre los pastizales.

Las gallinas trintres: fallidos los esfuerzos de sus plumajes rizados
por eludir los clavados olímpicos del peuco,
eran avasalladas contra la tierra.

Las polillas: su ingenuidad, demostrada en su adicción a la luz,
cedía fácilmente ante el sonar del murciélago (mamífero que cumplió el
sueño de planear por los aires; el sueño de ser ave y mirar desde las alturas).

Las arañas: ni con su tela de acero podían detener el pico hambriento del
gorrión teilleriano.

Los gusanos: caían rendidos ante el baile ancestral del queltehue.

Las truchas amargas y los cangrejos de agua dulce: los encontraba
desprevenidos la precisión táctica de la red del martín pescador.

Paul Celan: según decían, también calló en la red del mismo martín pescador,
después de su salto hacia el cielo desde el puente Mirabeau,
rompiendo en pedazos la superficie del Sena.

Nosotros: aprendíamos una posible lección,
por más aferrada a la tierra que estuviera la potencial víctima,
la nave rapaz de la incertidumbre estaría siempre
expectante desde las alturas.