Tiempo

Tiempo, vector implacable.
Enemiga corriente, flujo sin remisión.
Aun consciente de tí,
en la certeza insoslayable
de tu brutal linealidad,
trato vanamente de ignorarte
con esquivas miradas a los mensajes que,
inexorable a través del espejo,
envías escritos cada mañana
sobre la piel de mi rostro.

Nada escapa de ti, celda cruel.
Prisioneros somos de tus cadenas.
Mientras sin piedad asesinas
cualquier atisbo de esperanza
a nuestra pobre condición
de simples mortales,
tu sombra ominosa y limitante
planea sobre todo acto
de nuestras fugaces vidas.

Contienes todas las preguntas,
mas ninguna respuesta.
¿Qué se esconde más allá
de tu oscuro horizonte de sucesos,
hacia el que indefectiblemente
viajan nuestros destinos?
De tu insondable abismo
Nadie vuelve sino en éter,
espíritus vagando por las costuras
de tu cósmica irreversibilidad.

La burda ceguera al tratar
de percibir tu verdadero ser
nos nubla el entendimiento,
más tal vez traspasada
la postrera línea descubramos
que simplemente eres
la última dimensión necesaria,
cincel imperceptible
para tallar nuestra vida
en una triste figura,
sucesión de finas lonchas
hechas de instantes.

En qué oscuro rincón
del umbrío y perdido jardín
del dios cultivador de almas
yacerá la esculpida huella,
musgosa sombra olvidada,
de lo que habré sido antes del fin.
Volátil memoria guarda mi recuerdo
Del que nadie salvo tú,
Cronos impío, será dueño.