En el bajo mundo

El bajo mundo

Es tan deprimente y hostil, ver niños en la calle olfateando pega amarilla para ponerse a volar por mundos inexistentes, así comienzan, con pega por más barato, luego escalan a otro tipo de alucinógenos.

Pasan su niñez, llegan a la adolescencia, experimentando todo vicio que este a su alcance, no hay ningún control sobre este problema social, que cada día cobra muchas vidas inútiles.

Son vidas perdidas que deambulan, como almas en pena, que no tienen un refugio, padres que les protejan de caer en las puertas del infierno, que debe ser, vivir en ese estado volátil.

Sin sentir el más mínimo gesto de amor, de preocupación, por sacarlos de ese inframundo en el que se encuentran, sin pensar, sin sentir, sin soñar, sin visualizarse en un futuro como personas útiles.

Sustituyen sostener un lápiz y un libro, por una botella de plástico arrugada, de tanto succionarla, esculpida con las grietas de unas manos vacías de sueños, y una mente calcinada por el efecto del descuido.

Me abruma, pensar que hay de sus padres ¿Dónde están?, los procrearon para dejarlos a la deriva. Y también me pregunto; ¿cómo será la vida en sus hogares? que prefieren irse, a consumirse.

Los niños pagan un precio tan alto¡ por los deslices, por las necedades de los hombres y mujeres que se dejan llevar por los instintos más bajos, que les lleva a actuar por la vida con vehemencia.

Son tantas vidas las que hay por ahí, perdiéndose, tanto sus cuerpos como sus almas, que no poseen la más mínima esperanza de un cambio que les permita llegar a ser seres humanos dignos.

Seres humanos capaces de cambiar el mundo, de volverse a ver y pensar que pueden llegar a cumplir aquel sueño fugaz que se les escapa de la vida, que pueden agarrarse de ese sueño, para salir de ahí.

Dormirse en ese sueño, tanto, que al despertarse se hayan olvidado de sus miserias y cambien sus vicios, por el del conocimiento, por el de soñarse trabajando en pro del cumplimiento del sueño de su niñez.

De aquella niñez bañada de inocencia, de alma pura y libre; que pueden sobreponerse y recuperarse, pero como es de esperarse; solos no pueden, están en un punto que necesitan quien les ayude.

“Quien les ayude, con especial esmero y cuidado, con amor y propósito.”

Debemos buscar quien se adueñe de ese propósito y los más idóneos para hacerlo son los gobiernos, que deberían tener en sus proyectos sociales acciones que permitan la búsqueda de estos seres.

Que se encuentran en cada equina, al final de la calle, al final del día, al inicio del día, en plena madrugada sufriendo el frio y el vacío de la ausencia de unos padres amorosos y responsables.

Maritza Talavera Lazo

Seudónimo Itzas

28/03/2021