Yo pensé, yo creí...
Yo pensé, yo creí...
¿Cuántas de mis sonrisas se prodigaron a tu indiferencia?
¡Mientras tu piel multicolor rechazaba descaradamente el llamado de mis brazos!
Sobre los cielos mis manos desfallecían al no poder plasmar tus facciones sobre mi vista.
El pasado, el presente y el improbable futuro me animaron a pelear por ti.
Al observar cómo los rayos del sol atravesaban las lágrimas de aquellos que eran correspondidos por el desamor. Tu cuerpo surgió imponente, embrujandome con sus tonalidades. Efímero se proyectaba a través de mis ojos cambiando la intencidad de mi mirada.
¡Cegado yo pensé, yo creí que tú me llamabas!
¡Yo pensé!
Que al bajar de los cielos y ofrendarle mis alas a tu desnudo cuerpo entenderías que tal real era mi sentimiento.
¡Yo creí!
Que por ser el dios del amor era un erudito en ese tema.
¡Ahora sé que no nunca sera así!
¡Yo pensé!
Que al ver a tanto mortal cambiar de brazos, cambiar de besos;
aceptando otras caricias la soledad no les dolía.
Y ahora sé, que es más el desamor lo que a pocos les fustiga a no quedarse con un destino lleno de ilusiones ya fallecidas.
Tantos fueron los suspiros que le negué a la rocosa luna.
Al ofrendar mis suspiros a tu olfato relegue sin misericordia a mi brillosa inspiradora.
Y aun con tantas muestras de amor seguiste haciéndome a un lado.
¡No me arrepiento de lo que pretendí vivir a tu lado!
Pero hoy sé que mi amor merece ser amado por mí, ¡antes que por cualquier otro extraño!
En un tiempo fui el dios Cupido
Y hoy tan solo soy un mortal cuerpo caído con la espalda al rojo vivo.
Mis brazos cargan infinidad de flechas llenas de incertidumbre.
Incertidumbre con la que pretendiste encadenar mi voluntad.
Voluntad que creía ciegamente que tu sentimiento era verdadero debido al infinito amor que nació de mí para ti.
Y que hoy con pesar me muestra sin piedad la verdad de tus mentiras.
Tantas flechas de amor dispare y todas hacerte.
Que ninguna guarde para mí ni para ti.
Yo esperaba que el caprichoso destino por convicción decidiera unirnos.
¿Cuántos recuerdos felices me quedan para ser rememorados si es que nunca existí a tu lado?
¡No existe, ni habrá ninguno!...
Ya que al estar dentro de tu camino fue como estar abandonado dentro de un extenso desierto.
Mientras el candente sol excitado se abrazaba de mis huesos convirtiéndoles en cenizas.
Sus labios incineraban con infinidad de besos mi mente.
¡Mientras su paladar degustaba de mis anhelos inherentes!
Yo pensé, yo creí...
Que al verme bajar de los cielos y entregarte lo más preciado de mí.
¡Terminarías amándome hasta el fin!
Y es que en ese estado, en esa ceguera total pensé!!...
Que yo era el causante de todos aquellos suspiros que por error se estrellaban sobre mi desnudo cuerpo.
Mientras esa imponente indiferencia desangraba los muñones de mi espalda recordándome que mis alas las mutile. Las entregue al espejismo de tu desamor representado aquí en la tierra por un ser que colecciona enamorados y que de momentos les brinda su compañía para tragarlos antes de que lleguen con su verdadero destino.
Yo pensé, yo creí...
Que todos vivían con amor y ahora sé que casi todos fallecen sin saber que o quien es él.
Yo pensé, yo creí...
Que sería olvidado en este bajo cielo pero no fue así.
El amor surgió de donde menos lo imagine.
Surgió de alguien que jamás mire, de alguien que alguna vez me salvo; de alguien que alguna vez me regalo su suspirar sin aspirar a estar en ningún lapso de mi vida.
Que incondicionalmente me llevo a mi castillo sobre las nubes para retomar mi eterno compromiso con el llamado amor.
Surgió sin pensarle, sin soñarle o buscarle.
Surgió de alguien que alguna vez su mirada tropezó con la mía y que yo esquive por estar al pendiente de unos ojos que de momentos me hipnotizaban con sus múltiples mentiras.
Ahora que nos hemos encontrado el pasado arrepentido viene a mí.
Pero ante lo vivido he aprendido que dar una oportunidad a ese pasado es alejar al futuro amor de mi lado.
Sobre los cielos disparo mil flechas llenas de un te quiero.
Mientras algunas plumas crecen cubriendo ya a mis muñones, que han dejado de llorar lágrimas de sangre.
Sobre mi cuerpo se encuentran las fuertes manos de mi verdadero amor.
Ese que vela mis sueños, ese que atrapa mis suspiros; ese que me besa en cada instante, a cada minuto sin disimulo.
Él es quien proyecta mi figura dentro de su cuerpo no importando quién nos espíe.
Este yo despierto o este yo dormido.
¡Es él quien le hace tiernamente el amor a mi corazón!
Yo pensé, yo creí...
Que después de ese dolor el amor no existiría para mí.
Ahora pienso, creo que cuando amas a tus sentimientos el verdadero amor te encuentra, te susurra: te atrapa.
El jamás te suelta ni siquiera ante los estados de ánimo de nuestro bipolar tiempo.
Autor. Mario Cesar Palma Gudiño
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