INVERNAL

En el aire frío,
extrañas voces guían
los pasos de un hombre;
su cansado pisar resuena en los bosques.
Acaso de la vida no entienda nada,
pero mira atentamente y descubre
los campos cercanos, en torno a él,
recogiendo las mieses que caen del cielo.
Un cielo ligero que nada quiere
saber de improvisados constructores,
dulce corriente que cierra las heridas,
que castiga a los domadores de emociones,
que premia el esfuerzo y la constancia,
que cuida de los tiernos
potrillos retozando en los prados y que,
cual gato con los ojos entreabiertos,
se atusa sus bigotes mecidos por suaves vientos.

El hacha de este hombre,
respetuoso con las leyes naturales
y obsesionado por comprenderlas,
ya prepara los leños del invierno.
Con obedientes olas, generosas y fértiles,
bravos mares impulsan el desvencijado navío
de un osado marinero que, abstraído,
respiró las noches del norte
contemplando distantes estrellas.
Su pecho apenas soportaba la presión
de tan esforzados logros;
por eso, aguardó, durante años,
anhelando, rumiando y resoplando,
día tras día, en el mismo e incómodo sitio.
Sorprendido por aciaga suerte,
sintió que traidoras garras
cavaban profundos agujeros
dentro de sí mismo.
Intrépido navegante,
anheló tocar puerto en fértiles tierras
que derramasen leche y miel
sobre sus místicos desvelos.
Ahora,
espera que un sagrado destino
descienda sobre sus hombros
en forma de trascendente libertad…
¡para que nada vuelva a ser lo mismo!