Idolos de Oro

poema de Un Poeta Más

No elevemos a una altura inalcanzable,
ni nos arrodillemos en reverencia sin cesar,
pues los hombres como tú y como yo,
que respiran el mismo aire y han de retornar.

La carne es efímera en esta vasta tierra,
sin importar las riquezas o el poder,
pues el tiempo inexorablemente se desvanece,
y la carne se convierte en polvo sin renacer.

No dejemos que el brillo del oro ciegue nuestros ojos,
ni que su dominio nos nuble la razón,
pues tras las finas capas de seda y marfil,
aún palpita la humanidad en su interior.

Así que recordemos siempre, con humildad,
que los hombres más ricos no son más que hombres,
y que en la igualdad de seres mortales,
todos compartimos la misma ruta en esta vida incierta.

Luis Eduardo Cedeño Borges