Tu nombre

Escribo estas palabras
buscando definir mis emociones,
intentando la objetividad,
sin escuchar la voz de la conciencia,
sin prestarle atención a los recuerdos.

Tal vez sería más fácil
si tu nombre no encabezara estos versos,
si mi mano no fuera en el momento
un manojo de inseguridades,
si pudiera contar con mis razones
como se cuenta con un buen amigo,
si no tuviera la historia antecedente
y consecuente con cara de prohibido,
si no estuvieran mis dudas construidas
sobre cenizas de un fuego ya extinguido,
o si existiera un efímero vestigio
de sentimiento recíproco en tus ojos.

Si a la fecha tuviera que ponerle
un nombre a este supuesto,
lo llamaría “rareza”, pues siento,
que podría vivir sin tus silencios,
y podría morir también sin ellos.

Es tal la situación, indefinible,
un conjunto de sabores conocidos,
una procesión de aromas consagrados,
un paradigma a tus ojos redimido…
¿Cómo acceder al buen discernimiento
ante la imposibilidad de una receta
que mezcle sensaciones e ilusiones
y obtenga un sentimiento definido?
Dolor, dicha, vergüenza, indiferencia,
ternura, afinidad, resentimiento,
confianza, incertidumbre, complacencia,
plenas dudas y pobres fundamentos…

Frío y calor, mi corazón oscila
entre estados de amor, y otras no tanto,
entre el miedo recóndito a perderte,
como amor, como amigo, como hermano.

La duda asola toda gracia, y aparece
mi soledad en juicio aniquilada:
saber que me aprisiona tanta historia
(que a la vez no significa nada
cuando pienso en las ganas de quererte,
y que sepas que te quiero, y que me quieras,
como amor, como amiga, como hermana,
y que tenga para darte un sentimiento
y no una conjunción de dudas malfundadas)

El reloj poco a poco va matando la esperanza,
yo espero que, algún día, leyendo estas palabras,
pueda reír, al fin, frente a lo absurdo,
sabiendo que te amo y que me amas.