Mi tristeza no cabe en el bolsillo de mis jeans

poema de Lib Morante

Mis amigos te detestan.
Yo también quiero hacerlo.
Debería hacerlo.
Porque,
trato de recordar los momentos cuándo aún estabas aquí
y mi amor,
teníamos días malos.
Muchos.
Tú y yo no éramos un cliché,
por eso te amaba tanto.
Tú y yo no éramos un cliché
y por eso te odiaba tanto.
Por ratos pienso que no tuvimos nada bueno que pueda extrañar,
y quiero convencerme de eso,
pero aquella expresión que dice que el hogar es de carne y hueso
cobró sentido la primera vez que dormí a tu lado.
Nunca he sentido que pertenezco a ningún lugar,
pero ese pequeño lugar en tu cama,
con la cabeza apoyada en las dos almohadas más incomodas que se han hecho,
con tu cuerpo que emana demasiado calor,
tu cabello picándome en la cara,
y tú irritante necesidad de levantarte por un vaso de agua en medio de la noche,
inexplicablemente,
me hacía sentir que yo nací para pertenecer a tus brazos.
Me causa gracia pensar lo mucho que odiaba dormir contigo
y ahora no sé qué hacer con la tristeza de pensar que no voy a volver a despertar contigo colgado a mi cuello.
Desearía haber accedido a quedarme un rato más en la cama,
para existir un rato más,
juntos,
abrazados sobre las únicas sábanas que tienes,
grises y extrañamente demasiado suaves.
No creo nunca haber visto sábanas grises en otra cama.
Hoy te extraño más que los otros días.