Historia de un amor

Armónico caminar por el sendero de siempre,
traslúcidas las miradas alucinadas de amor;
musitaban muy bajito y con los pasos cansinos
recorrían el trayecto atestado de verdor.
Él sujetaba la caña, la pesca lo enloquecía,
ella perenne a su lado dócil y enamorada;
el río manso esperaba la visita de ese hombre
que recorría su margen como una cita pautada.
Lo habían conllevado todo por casi 60 años
era una sublime simbiosis colmada de fidelidad,
y aunque a veces la tristeza les traía algún recado
ante el mundo se exhibían henchidos de felicidad.
¡Qué bella historia de afecto enfundaba a esa pareja!
ninguno se concebía sin la presencia del otro;
sus brazos siempre franqueaban la venida de un amigo
con la sonrisa moldeada como un grabado en el rostro.
Él cuidaba de una vid que en el patio había plantado,
ella regaba las flores sonriéndole a cada día,
y mientras pasaba el tiempo y ambos encanecían
dejaban volar sus sueños en auténtica armonía.
Disfrutaban de la vida con las cosas más humildes,
color plata en sus cabellos y oro en el corazón,
un aljibe de esperanzas habían edificado juntos;
la cimiente era estoica, fundada en la comprensión
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Hoy la caña permanece, inmóvil tras del placard;
ella camina vencida mutilada por la soledad,
le lleva unas flores blancas y se sienta a dialogar
como si él no hubiese partido de gira a la eternidad.

En homenaje a mi padre que se fue hacia el cielo, y a mi madre que no logra superarlo.