Un café y algo más...

Sé que el mundo está muy sensible. Cualquier detalle por más mínimo que sea, podría ser considerado como abominable. Sé que no estaría bien, si me acerco a ti y te digo que te amo. No dejaría una buena imagen de mí, si te cuento que por las madrugadas abrazo la almohada y en medio de un llanto incesante, por ti clamo. Para ti soy un desconocido, un chico que conoces simplemente por concurrir a la misma cafetería. Sé que si te confieso todo lo que siento, la sociedad mal interpretaría y calamidades hablaría. Pero la verdad es que estoy desesperado, al escuchar tu dulce voz y ver tu magnífica sonrisa, quedo loco. Al estar cerca o en la distancia cuando pienso en ti, al amor invoco, náufrago en sus profundidades y en ese mar de agua bendita, me sofoco. Si supieras lo que ya hice y lo que hago para tratar de alguna forma satisfacer la necesidad de acariciar tu piel, sin dudas pensarías que soy un desquiciado. Investigué tu nombre para buscarte por redes sociales. Te encontré y por eso tengo la costumbre de a diario hablar con tus fotos. Si supieras, lo que menos pensarías es que sencillamente soy un hombre enamorado. A veces lucho por dejar de sentir ésto, pero hay ocasiones que me parece tan gratificante que me dejo llevar. Y por eso es imposible que te deje de amar. Sé que si hago el intento de pasar por tu mesa y dejarte unas poesías que escribí por ti, tendré más posibilidad de parecer un pervertido que un chico romántico. Al menos sería condenado por ser auténtico. Veo las noticias y lo que sucede a mi alrededor, por lo que entiendo que la maldad en todos lados está presente. Sé que soy un ser pecaminoso, pero la indecencia no pasa por mi mente. Quisiera que no me compares, pero ¿cómo te hago comprender que soy diferente? Quizás lo correcto sería que me pueda acercar y con mucho respeto te pueda preguntar, si no te incómoda si me siento a tomar un café contigo. Ser paciente y procurar ser tu amigo. Cuando en la realidad me muero por besarte. Tengo estas intensas ganas de en tus brazos aferrarme. Tengo cariño para darte. Sería un placer como a una princesa tratarte. Tengo un palacio repleto de ternura y alegría para regalarte. Sólo bastaría con aceptarme...

Y ésta fue la historia de cuando un día cualquiera, fuí por un café e inesperadamente, me enamoré.