Recuerdo Insolente

Y yo que en ti perdí mi alma,
cual jinete pierde su caballo
que al galope era alegría y calma,
digo; taládrense mis tímpanos
para no oír tu voz por accidente
y cauterícense mis pupilas
si estás cerca para no verte.

Tu rostro otrora causa de sonrisas
hoy puede hacer trizas
mi voz ya malherida,
pero si llegare a encontrarte
juro por ti no desangrarme,
estate convencida.

Que por más que te perdone todo o nada,
lo hecho y lo pendiente,
aún como colmillo se me clava
y aún me duele agudamente
ese herida que es tu cara,
ese recuerdo insolente.