Una revolución pasada

Todo comenzó con un ligero
aspaviento provocado
por la cercanía de tu pulso,
en ese momento sentí como algo
nacía dentro de mí, algo
que el odio teme
y
el miedo odia.

Tu tan musa y excusa de
mis delirios, vicios y juicios.
Comenzaste la revolución con
la pólvora mojada de unos labios carnosos.

El alzamiento dio lugar en el
centro de unas pupilas pidiendo permiso
para pasar la noche,
en un hombro de oso.

Comenzaste una revolución
que no supiste cuando prendió,
una manifestación por tus pecas
fue la mecha del furor de mis latidos.

Este acto de rebeldía inocente,
que tiene por armas
unas manos cargadas de caricias
y
unos versos, que buscan pieles que vestir.

París no había conocido el pánico
hasta que vio tus rizos aterrizar,
en una tierra donde
los complejos y miedos estaban
a la orden del día.

Fui un soldado que militaba
en un folio lleno de lineas torcidas,
y buscaba trincheras donde equivocarme.

Encontré motivos para disparar,
en una tarde de Diciembre,
en un parque,
que aún esconde la magia del momento.

Descubrí el placer en un febrero
tintado por un carnaval,
que no supo disfrazar nuestra pasión.

Como en toda guerra hubo fuego amigo,
pero nada que unas sábanas
no fueran capaz de olvidar,
en un bolsillo roto.

Ahora que ha pasado el tiempo
y ha llovido, me permito,
el lujo de recordar nuestras aventuras,
esas que no conocen la vergüenza
y que aún sueltan chispas.

Hoy he aprendido que la
revolución no conoce el olvido,
y que donde ardió Londres,
todavía hay llamas
para incendiar tres otoños.