Padre de acero
tus manos cuentan historias
que no están escritas en libros,
historias de madrugadas frías,
de soles que queman la espalda,
y de días en que el cansancio
pesa más que los sueños.
Callas lo duro que es la vida,
pero yo lo veo en tus ojos,
en las grietas de tu piel,
en el sudor que se vuelve pan
sobre nuestra mesa.
Eres de esos hombres de acero
que no lloran en público,
pero que por dentro
luchan contra tormentas invisibles.
Cargas con el peso de la casa
sin pedir aplausos ni descanso,
caminando recto
aunque la vida te doble el alma.
Padre,
te he visto guardar palabras
que pesan más que mil ladrillos,
y aun así, cada día vuelves
con amor en la mirada
y la promesa silenciosa
de que mientras respires
nada nos faltará.
Eres mi ejemplo,
mi fuerza,
mi orgullo eterno.





