Alamedas tranquilas
Camino intranquilo por la gran alameda,
mis ojos siempre miran al suelo.
Limpio en las cunetas de Plaza de armas
los pensamientos que arruinaron mis zapatos nuevos
y acaricio al perro que me empapó de mierda la cabeza.
Es de madrugada y las narices ya no sangran,
la felicidad se aleja con el polvo blanco que arrastra el viento.
Los minutos avanzan y se aproximan al oído del silencio.
¿Quién dijo que los golpes del amor eran ciertos?
¿Quién fue el archivista que guardó en un puto cajón mis recuerdos?
Las olas me bañan impunemente,
me rosan, me empujan, me aplastan…
¿Quién dijo que la sociedad era mala…
cuando solo es estúpidamente individualista?
Las neuronas explotan aquí dentro,
mientras me baño de caricias alcohólicas con gusto a madera.
Una paloma blanca se ríe como hiena…
¡Se está burlando!
Los cojones se me aprietan
y ya casi siento que terminarán por desaparecer.
El nudo en mi garganta se hace cada vez más cuadrado
y siento sus vértices lastimando mi sencillez.
Nadie dijo yo y aquí me ven,
practicando el deporte más arcaico y fatal…
existir.
Comentarios & Opiniones
Saludos mi querido amigo, hermosa obra. Me encantó. Besos.
Muy bueno tu poema sobre tu YO herido.
bss
Guillermo
Gracias a ambos.. abrazos
Tremendamente expresivo, saludos
Especial escrito con alta calidad expresiva. Un gusto leerlo. Saludos.
Gracias Matías y Joel. Saludos cordiales