CLXII

poema de Iset

Las pocas ocasiones en que nos encontramos
nos dedicamos a excusar nuestras ausencias
mientras que por tácito acuerdo
caminábamos hacia esa banca en la que
ya nadie se sentaba.
Al llegar nuestro juego consistía
en olvidar al tiempo, por lo que nos prohibimos
hablar del futuro o del pasado.
En un comienzo fue extraño
pero de a poco empezamos a experimentar
una especie de frágil serenidad
que nos dejaba vernos sin todas
esas memorias bonitas, malas,
grandiosas o vergonzosas con las
que habíamos pintado nuestros rostros.

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