BAJO ARRESTO DOMICILIARIO

Mi casa está harta de escuchar a Chet Baker hacer llorar una trompeta.
A mi casa le duele el suelo, ya hundido de aguantar mi peso sin descanso.

Los marcos de las puertas ya han memorizado los lunares de mi espalda, y los pomos que antes eran romos ya están tan gastados, que más que mostrarte otros lugares, podrían acuchillarte; y dejarte parada en ese trocito de espacio todo lo que sea que dure un para siempre.

Mis sabanas son charcos salados llenos de ceniza y pañuelos usados, las paredes de mi habitación tosen porque están casi tan ahogadas como mis pulmones de todo el humo que me fumo.

Mi techo tiene vértigo y ha dejado ya de invitarme a mirarme des de arriba.
Las ventanas me aseguran que el cielo es negro y gritan que le jodan al puto azul de mierda.

Mi casa dice que todas las canciones que compongo son la misma y me ruega que deje a la frustración que me causa equivocarme de tecla en el piano me venza y abandone. O se cortará una oreja, como aquel pintor que no fue nadie hasta que se murió.

Mi casa me pide que al menos le hable, que le aburre mi silencio. Que al menos le mire, que, ya que ha tenido que dejar de ser hogar para ser prisión, agradezca su función.

Y los armarios siempre abiertos, porque no me sobran fuerzas para cosas innecesarias como cerrar puertas de espacios que almacenan cosas que no me importan.

El espejo de mi habitación ya no refleja nada, porque ahora es un cuadro, que no he pintado yo. Con la imagen de una chica que aún sin rostro ni expresión, es igualita a mí.

Que pretenciosa la depresión creyéndose la jueza de este asesinato a la cordura.
Dictaminando Sentencia.
Estoy bajo arresto domiciliario.