Entre Hacer y Dedicación

Hay que dedicarle más tiempo a la música de instrumentales
Y dejar de lado los ritmos monótonos de ritmos consentidos
En palabrerías sin sentido aproximadas al ruido.

Hay que quitarse los audífonos y darse cuenta de la sensibilidad
Que esconden las cosas
De los rojos pétalos de flores olvidadas y golpeadas por las incesantes lluvias
Que no amainan por culpa de los deseos de las nubes grises
Cargadas de torbellinos rebeldes que bajan a montones
Para advertir de que sí están allí.

Hay que darse cuenta del olfato de los perros
Y sus miradas destrozadas que reclaman migas de pan
A las manos que transitan en el resquicio de las calles
Debido al destino no tan cordial que les tocó.

Hay que quitarle las baterías al reloj para seguir un nuevo ritmo
Y poder observar como la calle se convierte
En el paraíso de los silencios
Como se oscurece hacia nuestras retinas para dar a conocer
Una nueva luz
Y de esta forma
Provocar que destrocemos los cristales de los vidrios
Con nuestra mirada penetrante que proyecta
Unos deseos inexorables
Sobre nuestro afán.

Hay que darle alegría a las bibliotecas
Arrancando las hojas más importantes de sus libros guardados como tesoros
Y conservarlos como premisas de nuestra identidad
Y darnos cuentas de que no estamos tan solos como parece.

Hay que aprender a ser empáticos
Se que cuesta
Se que no es fácil
Porque somos de una naturaleza egoísta
Donde sentimos la miseria con las manos
Y olfateamos el miedo
Pero no sentimos el hombro de los otros
Porque una ventisca indolente
Nos abruma.

Hay que dejar que las flores hagan sus propios retozos con sueños
Que el jardinero solo corte las flores de su verdad
Y se las ofrezca a la mujer que tanto desea.

Dedicarle tiempo a los recuerdos de los cuales aprendemos
Y dejar en claro que el pasado ya fue escrito
Y hay tinta nueva para concebir un futuro
Que siempre esté a nuestro lado.

Hay que enamorarse de nuestras imperfecciones
Dejar de lado el estereotipo estético
Fulminar nuestra presunción hacia los otros
Porque cuando la muerte nos toque la puerta
Estaremos podridos en huesos del mismo color
Y ya nadie será diferente.

Hay que leer las cartas que traslada el viento
Y las palabras que vienen en sobres.

Hay que cuidar a los niños
Aunque tengan una reticencia
Porque son las señales de vida que nos quedan
Son los espejos de nuestro pasado
Que es encerrado por los hierros de la vergüenza
Y como si fuera tan malo
Aplastado por cigarrillos y unos polvos de otro planeta.

Hay que aprender de los árboles de color artero
De la fuerza de sus enormes cuerpos
Que han resistido años de penas, alegrías
Dolores, venenos, enfados, egolatría
Y de cuantas cosas más.

Hay que despojarnos de la máscara de la hipocresía
Y ser auténticos ante las exhalaciones que nos llegan a las narices.

Tenemos que agradecer de la tinta y de los papeles que nos acompañan
Para desahogarnos de lo sombrío de una vida bastante hartada
La cual
Sabemos que estamos vivos o al menos eso nos hacen creer.

Hay que beber las botellas de alcohol
Y no dejarlas hasta la mitad
Porque sino la melancolía no existirá
Más que melan, a la media de tus invenciones.

Habría que romper las trincheras y barrer la sangre de las piedras
Para borrar huellas que la crueldad tatúo
En guerras de vozarrones y oraciones a Dios

Debemos dejar las palomas volar
Y seremos testigos de la metamorfosis de varias
Que decidieron asustarse
Para poder gozar de algo nuevo.

Lo digo porque las tormentas no se detienen por si solas
Los truenos no suenan porque sí
Y se que para muchos es nublado
Para la intransigencia hay chubascos
Para los más oportunistas es soleado
Y para los ociosos hay nieve
Pero todos ellos tienen estaciones
Y yo tengo la mía
Pero no hay vagón para llegar a ella
Pero podemos empezar a construirla
Si hacemos de nuestro futuro
Un anhelo.

- Franzliche. Chile, 2016.
16/08/2016