La intensidad

Te confieso que me gustan las emociones intensas.
Incluso, a veces no sé distinguir si me emocionas tú o la sensación que me produces.
Ni si quiera necesito que me correspondas, porque a veces no sé si busco a alguien o solo busco sentir.
Por eso me encanta salir y bailar, porque nunca hay más intensidad que con un vaso en mano y la música arrolladora de fondo, con una sonrisa desconocida a solo centímetros de la mía. No eres tú, es la intensidad, es el momento.
Y ahí en medio de una fiesta de espuma, me enamoré de un beso fugaz, de un giro fuera de compás.
Porque siempre me encanta que me hagan bailar.
Te confieso también, que algunos de mis momentos favoritos han sido en mi casa, bailando con la luz apagada bajo los ojos de los chicos incorrectos. Sí, contigo y también con él.
Nada como cantar y girar sin que nadie nos vea, con la intensidad de una fiesta, con la intensidad del secreto.
Y también me he enamorado de un beso normal, sin fuegos artificiales, sin música y sin baile.
Pero al final siempre es el mismo patrón, a veces creo que me gusta sentir, pero no me gustas tú.
No lo sé, no lo sé.
Pero yo soy así, espontánea para muchas cosas, estricta con lo planificado en otras. Me gusta que me mantengan mis esquemas, pero no me gusta planificar más allá de mañana. Después de todo hay abrazos que creí que seguiría dando y al día siguiente se volvieron polvo.
Decir que el mañana es incierto es muy cliché, pero al mismo tiempo que me gusta soñar despierta, no me gusta esperar nada de un futuro tan tracionero.
No me gusta esperar nada de ti, pero al mismo tiempo quiero que me lo des todo.
Espuma, fuegos artificiales, bailes a oscuras y también, besos casuales.