En el campo de los libros muertos

En el campo de los libros muertos
las páginas ya no hablan;
el silencio es tan absoluto
que ni una palabra se levanta
a reclamar lo que les pertenece.
A veces
me paro en un extremo
para ver si veo algo
que le dé esperanza a mi corazón;
pero nada,
no hay nada
y una profunda tristeza me embarga
a ese corazón.
Los poemas y los cuentos
se juntaron
para armar un cementerio
donde enterrar a esos libros;
les llevarán lirios
y unos crisantemos
pero nadie plañirá por ellos,
pues nadie llora por un libro menos.

En el campo de los libros muertos
los pájaros ya no cantan
ni la semilla se esmera
en ser un árbol mañana;
todo es lo que nunca debió ser
porque nadie imaginó que así sería.
Lo que iba a ser un fuego para siempre
ahora es cenizas,
residuo inservible;
testigo mudo
de un pasado mejor.
Los cuentos y los poemas
están puliendo algunas piedras
para hacerles mausoleos,
pero sin epitafios:
nadie leerá lo que escribió la mano
en honor de los muertos.
La piedra desnuda
ubicada hacia la montaña
para recordarle cada momento
que es ocaso tras ocaso.

En el campo de los libros muertos
y a los pies de las letras muertas
ya nadie lee
ya nadie escribe
porque ya nadie sueña...