Mi otro yo 2

He corrido las cortinas y sus ojos me han recorrido todo el cuerpo,
Él murmura, y yo sacudo la cabeza para callarle.
Pero tiene razón.
Ella es el pecado encarnado, y ha dejado caer su atuendo para llevarme a la perdición.
Él la apoya, y no puedo callarlo.
Me sugiere lo que ya estoy deseando, y exalta todos sus atributos.
La cintura sencilla pero lasciva, el rostro menudo, terso y pálido.
Los ojos grises sin beberse ninguna luz, ni siquiera el pequeño halo que arde sobre el orillo de la cortina.
Ella dice mi nombre y él dice el suyo como si fuera parte del mío,
Ella me toca y la piel se me eriza, pero él ríe.
Ahora sostengo el corte curvo de su espalda blanca y siento la suavidad, y sus pechos caen sobre mí como una bendición del cielo.
— ¿Sientes el peso? — Dice él. — Te gusta.— Sigue, y yo comienzo a perderme.
Algo en mí sabe que lo esperaba, sabe que la chica tenía las señales correctas,
Él lo sabe, lo confirma y yo cedo.
Ella me da entrada, su interior es cálido, profundo, obsceno y suave.
Falls se marcha muere, y yo con él, hasta que el mundo exista nuevamente, hasta que el placer expire.