Pez humano

Mi imaginación prende la mecha,
fósforo verde aromatizado,
el pasto es un papel solitario
y ya arde el incendio controlado.
Mi memoria resucita muertos del pasado,
reviven los recuerdos atrincherados,
bravos,
luchando sin miedo,
armados con piedras y palos.
Cada noche me absorbe el infinito
y mis adentros tejen cuentos
que se leen a sí mismos.
Cautivo me encuentro en la serenidad del fracasado,
como el pez que abandona el agua
y se aventura a conocer la sequedad del mundo,
cruel y zafio, ensangrentado.

-¿Por qué pulmones,
por qué suspiros acompasados?
¿Por qué cárceles de asfalto
que encierran cadáveres putrefactos?

-¿Por qué tanto ruido?
¿Qué bastardo silenció al silencio?

El pez muere de pena,
ya no es pez,
sino condena.
Ahora ha visto, ha respirado
y ha pensado,
libre ya de escamas:
Bienvenido al género humano.

-Yo soy pez y yerro en tierra
por falta de rabia y ausencia de guerra.
¿Cómo explicar esto,
cómo soportarlo?
Mejor hundirme en mi morada
y que la asfixia haga su trabajo.