No hay como Maracaibo

No hay como Maracaibo.
I
Este sol inclemente que tuesta mi piel,
este calor que sofoca Bella vista y San Miguel.
No hay en la tierra ciudad como vos, hogar de una mariana,
con un hidalgo pueblo, un hermoso y vasto lago
en cuyas orillas acariciadas por ondas de ungüentos sosegado caigo.
En el mundo no hay días tan brillantes como los de Maracaibo.
II
Bendecida está por Dios la comarca de mis padres,
en la que tuve la ventura de haber nacido,
la felicidad y el gozo de haber crecido
y la satisfacción que tendré cuando diga: en ella llegué a mi senectud.
Salgo siempre de mi casa con la bendición de mi amada y dulce madre.
III
Cada mañana ver la aurora señal de tu alba;
Los arreboles de las primeras luces.
El medio día apoca las sombras con su mazo.
Y cómo se sonroja tu horizonte en el ocaso.
El lucero de nuestro firmamento hace rebosar de júbilo mi alma
IV
Tus maravillas y paisajes no tienen equiparación,
del creador es un regalo; de la Providencia es bendición.
Afecto y calor nos dio acompañado de un incomparable brío.
Inquebrantables, de voluntad e ímpetu cual río,
y la unción de profundo, excelso amor

V
que brota de nuestras ánimas marabinas
a Dios, nuestro terruño y nuestra querida China.
Sin olvidar el antañón hablar de “vos”,
en antaño y hogaño; en tiempos viejos y nuevos.
De otrora la tradición de los bardos, los gaiteros
VI
y los poetas que a Maracaibo dirían:
Tierra del sol amada, yo mucho te quiero.
La Ciudad Renacida, La Ciudad Floreciente,
la luna recorre el cielo en tus noches refulgentes.
De improviso me tomó; no sabía que cruzar el puente me estremecería
VII
Sentir una emoción tan grande que mi mente nublaría.
Hermosísima sois con los crepúsculos de la expansión celeste;
las sombras y destellos que ornamentan cuando el día nace y perece;
me conmuevo cuando en el paseo del lago contemplo el morir de tu sol.
Extasiado estaré cuando en el chinchorro lunar de María, embelesado me recueste.
VIII
Para contemplar las guirnaldas plateadas
que señorean hasta que irrumpe la aurora dorada
marcando el principio de un nuevo día;
un periodo de luz en cuyo crisol florece el girasol
en el camino del marabino con rumbo a su posada.

IX
¿Por qué te han olvidado y no te han dado el honor que merecéis?
Sólo tu grey de vos se acuerda.
Las cuerdas del pescador aplacan con caricias tu desconsuelo,
el bardo con su voz hace cesar tu prorrumpir.
Vos en gratitud nos dais la melodía nocturna que no se ha de interrumpir.
X
Cuando estoy en lontananza,
mi espíritu evoca tus calles, y recuerda
la diadema de platino que el estrecho de Francisco y Rita, decora
Probar tus panes dulces o tus mandocas mi corazón adora.
Mas aun en desmesurada distancia no pierdo, de verte, la esperanza
XI
de nuevamente mirarte y abrazarte con desbordante ardor que mi cuerpo emana.
Esplendente tierra, las gaviotas graciosas en caravanas
son pintadas pulcras volando sobre el paisaje de tu lienzo.
Solamente de observar la obra del Supremo Pintor comienzo
a escuchar del marullo, el murmullo; de los vientos, el rumor
XII
testigo sois de mis tristezas, mis alegrías, de mis amores y desamores.
Aunque no podéis ver mi actual idilio, te digo que supera los anteriores
y deseo que continúe hasta mis postrimerías y no haya posteriores
porque mucho la amo y aprecio, en ella no hay jactancia ni cosas vanas,
y, como a vos, ver a esa trigueña siempre me tiene de buen humor.

XIII
Sois la musa; sois la lira; el numen de mi canción;
distéis todo tu esplendor para posibilitar esta redacción,
sea en prosa, sea verso, muestra con pasión el clamor,
el festejo del Zulia, las estrellas en la multitud
entonando las jocosas letras de Armando
XIV
Con devoción como de cristiano a su religión,
cantó Aguirre, del pueblo; la petición de La Grey Zuliana.
Con añoranza endechó Cepeda Mi Nostalgia.
En protesta Gladys Vera dio voz por una Fuente Divina.
Portillo no se quedó atrás y alzó La Ciudad Más Bella.
XV
Los cantores que en medio de vos moran no pueden guardarse dentro de sí este sentimiento
que emerge del corazón mientras se está caminando,
crece como las uvas del sarmiento,
provoca el bajar silentes lagrimas por las mejillas lisas
y se ven en la posición de pedir prestado un pañuelo
XVI
Potencia, del occidente sois vos la gran estrella.
En tus lluvias se precipitan gotas diamantinas.
En tus orillas el juguetear de las brisas;
los frescos vientos hacen grato el calor de tu suelo colorido
y gracias a ellos, las aguas cobran forma en marullos de cristal.

XVII
Los días distante de vos son aciagos;
la congoja malhadada se contagia
por no cumplir la promesa a la maracaibera aquella:
“morenita, amiga mía sois, para vos son estas dulces
chucherías, maracucha linda”, esas palabras pronunciar no he podido.

XVIII
A pesar de los desdenes, no rompéis en llanto;
de los infortunios y adversidades,
te mantenéis imponente y fuerte como si fuerais de acero.
Con obediencia a vos, Soberana, tus municipios cumplen tus ordenes al son de tu canto.
No hay punto de comparación entre vos y las demás capitales.
XIX
Del prominente Estado sois la capital;
Provincia fundada en otrora, sois señorial.
De Alonso de Ojeda nos llegó el memorial
de aguas cristalinas. Vos, Provincia Muy Noble y Leal,
La Mejor Ciudad del Mundo, un ensueño acaecido, muy real.
XX
El sentir zuliano de la imaginación
colmada de realidad manifiesta en esta ocasión
la dicha a borbollones; abundante como aguacero,
toda la afección jovial que por vos siento, mi anhelo vuela hacia vos como colibrí,
Maracaibo, a vos pido que escuchéis los versos que te escribí.