Mi único orden es la prosa.

Me he acabado otro día mirando al ordenador, fulminando mi mirada y resecándola hasta más no poder, me he quedado sentado esperando la llamada de la inmortalidad (debe de estar ocupa), como si a esta al menos le importara mi existencia, como si le importara que hable de ella.
Quise aprender a tocar la guitarra y después de 5 minutos las estrofas huían de los gritos de las cuerdas, y no es que este desafinada simplemente mis dedos son incompatibles y ambos sufrimos, ya lo intentare otro día me digo mirando al techo, pensando quizás que es hora de ordenar un poco la habitación, tengo la mesa llena de tazas semillenas del café que olvido cada vez que tomo el móvil para hablar con ella, en los vidrios de la ventana no entra el sol a causa de la tristeza de la lluvia del día anterior y la ventisca que trajo consigo todas las sobras de las urnas en los crematorios, marcando huellas, aferrándose, el cenicero está lleno de dudas y el humo no parece buscar respuestas, tal vez el cáncer lo haga después.

¿Y mis llaves?...

He perdido la cuenta de los días desde que decidí predicar su regreso, dos de mis plantas parecen estar muriendo a falta de riego y me pregunto si yo moriré también, la humedad comienza a carcomer los muros que me rodean y todo esta tan lleno de polvo que respirar es un riesgo, los espejos están sucios, pero eso no les impide mostrarme mi realidad.

Ya no soy consciente de si mis tenis alguna vez fueron pares o siempre han sufrido de soledad, debajo de la cama encontré todos los planes que no he cumplido, justo a un lado del monstro que al parecer se ha suicidado porque me deshice de aquel viejo armario. Lo siento!

Algunos cajones están vacíos, otros sin embargo están tan atascados de pretextos que alguien los puede descubrir.

Hay tinta derramada por todas partes, hojas rotas y algunas otras quemadas…

Ya no queda nada por hacer,
solo…
…dejar de pensar tanto.