La última mirada

Nos despedimos sin decir una sola palabra…
pero con todo lo no dicho
colgando del alma.

No hubo un adiós,
Solo esa forma silenciosa de separarse cuando el amor ya no puede sostenerse...
pero tampoco soltarse sin romper algo adentro.

Vi como se alejó despacio
Y justo antes de perderse entre la distancia,
se dio vuelta…
solo un poco,
como quien no quiere mirar del todo…
porque sabe que si lo hace,
no podrá seguir caminando.

Y en sus ojos vi todo:
pena, ternura, desesperación.
Ese último grito que no se lanza con la voz…
sino con la mirada.

Pensé en correr.
En abrazarlo como si el mundo se acabara en ese instante, pensé
en decirle que me dolía,
que no estaba lista,
que la vida sin el se me haría cuesta arriba.

Pero no lo hice, bebi mis lágrimas y calle.
Porque a veces…
el amor también es rendirse.
Rendirse cuando ya no queda forma.
Cuando el destino es un muro, no un puente.

Y así, con el corazón apretado y los pies clavados,
lo dejé ir.

Porque entendí, con todo el dolor del mundo,
que hay despedidas que no se gritan.
Se aceptan.
Y duelen para siempre.

Y aunque día a día lo pienso, recuerdo uno a uno los momentos donde sonreímos, también pido a Dios fortaleza por qué tenía que aceptar que en el camino nos perdimos.

Lo amo como el primer día, lo amo cada día un poco más, pero mi amor es ahora en silencio, mi amor es algo para la eternidad, mi amor es genuino y día a día pido para el dicha y felicidad.