LA SONATA DE LA MUERTE

La brisa es dorada y verde es el camino,
la niebla es pesadumbre que solloza la tarde,
y la oscilada vía con flores deshojadas
bailaran en tropeles con un lírico alarde.

Un fuego de cenizas naciente de la huesa
que algún día fue carne se marchita en ocasos,
recordará la muerte cuando iba y venía,
¡Quemando la esperanza con sus mortales pasos!

¡Oh un cielo nublado el manto de la Virgen!
alcemos la mirada por el templo alusivo,
que cegados volvemos por un sol prisionero
¡A comer de la fruta prohibida a un vivo!

¿Recuerdas? o con voz tibia susurra el nombre,
con una dulcedumbre del infesto enemigo;
eres el forjador de la causa perdida,
la antorcha que apaga lo dorado del trigo.

Fue en el jardín de rosas amanecer cordial,
brillaban los cabellos la energía de Apolo.
Quien pensó ¿el jardín? ver la triste mirada
las pupilas atónitas del brillante Dios solo.

Mientras sobre la tierra vague un nómada errante,
hijo vivo de padres, gloria de Adán y Eva;
mudo del corazón, sabio del egoísmo
¡Desnudo su camino maldita estirpe lleva!

Árbol del bien y el mal sobres tus ramas posan
los frutos del maligno trompetas de agonía,
han de comer tus hijos la savia del pecado
y he de escuchar sus muertes cuando comience el día.

El trueno de trompeta en vuestros corazones
sonad el trino bélico ha llegado Gabriel,
príncipe de la luz que ilumina el camino
con la brillante espada ya triunfal de Miguel.

Volvamos nuestro canto a finas fantasías,
temblemos en otoño cuando empieza el invierno
que la huesa ha de llegar con su ceñudo nudo,
diciendo las mentiras que nos lleva al infierno.

Si han de pedir la muerte, ¡Jamás en suelo ajeno!
los polvos de esta tierra sembraron alegrías,
si he de pedir la muerte bajo su cielo quiero
¡Recordar en mi lecho sus frescas fantasías!