ENERO: ÚLTIMOS ATARDECERES BAJO LAS SOMBRAS DE AGOSTO

Es importante detenerse en el instante,
el fino momento donde nada sucede.
La calma, un suspiro que brota como
un fantasma.
Ines Laroche o Susan Delacourt.
Si, ambas muertas.
La noche y el Volkswagen donde
compartimos un par de cervezas.
Ese instante inolvidable cuando
las flores morían.
La tarde fue una esfera incandescente.
Nos quemamos, lo recuerdo, pero
nuestros labios fueron luciérnagas
negras avanzando hacia el vacío.

Y en la noche los salvajes inclinados
ante el rostro susurraron los versos
que Veniciano pronunció.
Ya acabándose el día.
Ya con el pecho hueco y sin palabras en
la lengua dijo algo que ella nunca pronunció.
Ya no deseo el sol y las estrellas.
Ya no las manos adheridas en la carne.
Ya no imagines colibríes en el viento.
Ya no te amo, mi amor…