Como la mar

La tarde se había quedado detenida en aquella hora,
como extasiada;
tendida al sol la arena,
arrullada por sus recuerdos innumerables;
y allí mismo la mar, la mar, la mar.
Y allí mismo la mar, casi a mis pies;
la mar afanosa,
atareada con sus dibujos,
con sus ensueños;
la mar inquieta,
en revisión perpetua de sus escalas,
de sus amores;
la de las altas horas, la del gozo;
y la de la amargura.

Entonces lo pensé; sí, como la mar.
Como la mar sencilla y profunda;
haciendo siempre algo, como la mar;
como la mar de triste, como la mar de alegre.

Ay, como la mar de triste en esas tardes lánguidas,
desanimadas;
un poco áspera a veces, un poco dura,
como aquella roca un poco desgastada,
agrietada,
zarandeada,
golpeada por las olas traicioneras
de ese otro mar eterno hambriento de tumbas y naufragios,
eterno inescrutable.

Como aquella roca,
soñadora de peces de colores,
aves viajeras, altísimas
nubes ligeras, soñadora
de la mar abierta,
finalmente no sometida a los vientos,
no oprimida por los continentes,
mar sin amarras,
marea total que unánime se inflama,
sube,
se precipita
incontenible
avanza
y ocupa triunfante
una tierra ya sin desniveles ni fosos ni lindes ni marcas,
una tierra sin diques, sin trincheras,
un planeta Mar maravilloso,
capaz ahora de copiar el cielo.

Mas corazón al fin,
igual que torna el mar sobre sí mismo
en busca de su sueño poderoso
dejando la arena sembrada de retales,
cual versos sueltos,
delicadas flores,
olvidos de mar, inmarcesibles,
así también su alma
se abre, se expande, se eleva y estalla jubilosa.

Qué ancha entonces la vida, isla sin márgenes,
lengua de tierra universal en donde cabe el mundo,
henchida vela al viento arrebatado de su risa
de par en par, de orilla a orilla,
de peña en peña rebotando,
espuma cenital, arpa evangélica,
arpegio que se pierde camino a las estrellas.

Oh sí, como la mar.
Me lo contó la tarde pensativa,
el rumor de su brisa y de sus olas
en la playa vacía.