Describen tus ojos la faz del cristal:
la hondura de un abismo que resplandece
desde el fondo de tus pupilas;
y es tu propio rostro la piel
que engalana esa plata,
un vidrio sin substancia
que alberga todas las formas
de luz y aliento
que no son de este cuerpo,
de sueños y reflejos que no son
de este espacio ni este tiempo,
pues hay una música insigne que rompe
las leyes de lo visible
y retumba con su silencio
desde una tenebrosa unidad.