Luis G. Urbina La confidencia

¡Pobre galleguito, rubio y candoroso,
Que a América vino sin ir a la escuela!
Tiene torpes andares de oso
Y apacible mirar de gacela.

Su ademán es brusco pero, ¡qué sincero!
Su palabra es ruda pero, ¡qué leal!
Tiene el galleguito corpachón de acero
Y alma de cristal.

¡Madera de santo, carne de héroe... pero
Será "bodeguero",
Ganará dinero,
Y hará capital.

Una vez nos vimos, y simpatizamos:
Y en el "bar" humilde, muertos de calor,
Charlamos, charlamos,
Con los codos puestos sobre el mostrador.

Y pasan los días, y siempre le digo,
Después de probar
Mi vaso de "Láger":
-Si usted viera, amigo,
Qué linda mi tierra, qué bueno mi hogar.

Y él me dice: -Señor, qué delicia
Es sentarse a cuidar el rebaño
A la sombra de un viejo castaño
O a la vera de un río, en Galicia.

Y así vamos, el hombre y el niño,
Viendo, viendo... él, la sierra; yo, el valle;
Su aldea, él; yo, mi calle;
Yo, mi lago; él, su Miño.

Y así enmudecemos, casi aletargados,
Atisbando el recuerdo que vuela
Por frente a mis ojos, negros y cansados,
Por frente a sus grises ojos de gacela.

Lo que yo te digo, lo que tú me dices,
De mi hermosa tierra, de tu ancha campiña,
Abre y emponzoña nuestras cicatrices...
¡Pobre galleguito, somos infelices!
¡Yo tengo nostalgia; tú tienes morriña!".

Poeta: 
Luis Gonzaga Urbina