La almohada

Me ocurre que no concilio el sueño,
Me acuesto y quedo como vil paralítico.
Me incurre lo del concilio de Trento,
Me encuesto “in letto” como vi por lo crítico.

Te escribo por el consuelo de mi insomnio,
Te enseño mi desdeño hacia este ñoco yo.
Te encripto por el suelo este mío bosnio,
Te ensueño el despeño para mí, Pocoyó.

Mamá y papá están gritándose otra vez,
Hoy caminaré a la escuela por curioso.
Francia y España agitándose por sandez,
No imaginaré ya a la iglesia por ocioso.

Italia y el papa peligran del paradero petrino,
Ministerio que antecede a los protestantes.
Y dale y desgarra, denigra paradigma divino,
Monasterio que procede a desmoronarse.

Sandalias que nos lideran hacia la eucaristía,
Perdida una, uno no es digno de consagrarse.
Sin dalias que decoran para la egofonía,
Perdí ya unas, y con el olvido el expresarse.

Y tú, mi sacerdote, ¿qué tanto esperas?
¿Que ame a mi prójimo incondicionalmente,
Cuando no puedo ni en las vísperas
Que clame y mi clónico le sea real urgente?

Me persigno y entro a escondidas al cuarto,
Mamá descansa y mi Madre me ve atenta.
Me resigno al hecho de oídas del tal acto,
Papá se relaja, y mi Padre que les respeta.

Vi la posición de la cama, salgo pensando,
La cabeza me pesa, vi una división peculiar.
Tomo mi almohada, la ando abrazando,
La tristeza me pesa, vi almohada a la mitad.