Introducción cuatro

poema de tadeus

Una ancestralidad es puesta en la palestra, la propia supervivencia se encuentre jaqueada ante ese último reclamo de perderse en el placer y para ello, la necesidad imperiosa del desaparecer como entidad desde la tentación surgida de ser nada y retorno al principio primordial de todo lo que es, autodestrucción y trayecto al tanatos configure la presente paradoja: que ese es busca en el desaparecer la afirmación del ser y legitime como complemento, la presencia indispensable de la nada, y ejemplo de la vigente profundidad metafísica ejerciendo su patencia en lo terreno.
La instancia autodestructiva de uno y del otro queda manifiesta en lo voraz, medio pensado para tal desaparecer, un canibalismo irrumpe unido a la práctica de la voracidad que nos remite a la experiencia primordial del infantilismo humano, la famosa muerte blanca adquiere una simbólica ancestral, el ser devorado y así, esfumarse.
Del inicial principio deseado y complemento del otro, a ser devorado por él y de la forma que sea, nos induce a pivotar por siempre en ese origen emergente y aterrador de nuestra carencia, y sustrato sustancial desde el cual se fundamenta la presente dialéctica, del amor, el deseo, el complemento, el otro, la totalidad, el nacer, he aquí en esta espiral existencial la disputa del existir del hombre en lo mundano.
Entonces, la dialéctica es consumada e iniciada cuando el hombre, devine dios y espacio a su último estadio, su condición cabría y exposición terrorífica a toda oscura finalidad, y Dionisios se hace presente en la voz elusiva de Nietzsche, junto al círculo de las ménades llevando a cabo la ritualidad del desenfreno, que el hombre, el dios y la condición orgiástica exige.