La memoria de mi cuerpo

La memoria de mi cuerpo

De mi cuerpo, la memoria no persuade
en el luto del adviento de mi süeño,
rostro esbelto al dolor que lo degrade:
punto y ala a la voz que lo hace dueño…
La memoria de mi cuerpo trae la noche,
cuyos ciegos aneurismas vierten sueño;
en el alba, mi dolor llanto reproche
con dolor en el albor, de rostros preño…

La memoria de mi cuerpo es sólo un cuerpo
que la voz de mi memoria, me ha batido:
en el destello de la lumbre de mi cuerpo,
tan sólo el cuerpo es la memoria de mi nido…
Mi cuerpo, es tan sólo la memoria,
que mi rostro en otro cuerpo, ha olvidado
por el consuelo de los rostros de mi cuerpo,
son sólo alas que la cumbre ha despeñado…

Mi cuerpo es la noche de mi rostro,
que la sombra de tu imán, cual carcelero:
en la dádiva al fluir, cual embustero,
sola te preña de sudor, cual rostro al rostro…
No hay memoria ya del rostro, ni del cuerpo,
¿Por qué, ya no la luna el oro añade?
En el fulgor del rostro que persuade,
a colorar con la memoria, su descuerpo?

Mi rostro ciego es sólo arte que fulmina,
en otro idéntico rufián de cuerpo entero;
sólo deshace mi dolor, el sol primero,
cual el ahínco de tu rostro, que encamina…
Mi cuerpo es el rostro de memorias,
que las memorias a su rostro, enajenaron,
con el colapso hostil que voz trocaron,
en la distancia memorial, de sus historias…

Sólo idénticos cuerpos, cuerpos mutan:
su desvarío en otra noche, no aglomeran,
en otro rostro donde noches perseveran
a rumiar tal lentas coplas, cuerpos brotan…
No fue la noche, encarcelada, de mi cuerpo,
fue la mentida cara insigne de una estrella:
hasta sentir en otro cuerpo, el aguacero,
que de tu boca, sola, hostil, fuiste más bella…

Las historias, que de cuerpos enajenan,
son aún historias, de memorias, que se hielan.