Es la que anubla tu atisbo y anula
tu sonrisa, deudo de un agobio que fue mío.
¿Cómo te aclaro, tu desdicha?
El pasar de los días, poco a poco, atenúa,
el dolor de la herida que quema.

Extrañas la compañera de tu vida,
¡y gimes como un niño desvalido¡
¡no ha muerto, se ha ido, no ha muerto!
a otro regazo, da cariño.

¡Como te conforto, hermano amado!
Los pinceles de sangre se han teñido,
la gracia de tu casa es desgracia, muestras
al cielo, la ulcerada herida...

Ella es la más amada y buscas morir,
para negar que vives por vivir,
ahí en las sombras.

Victoria Liberona Alvear.