Una consideración

¡Qué anónimo es el cielo,
y las flores esas de primavera
que brotan a lo loco como
pocas cosas en la vida lo podrían hacer,
escupiendo color, aventajándose,
enamoradas las unas de las otras
sin requiebros, vergüenza
o postura!

¡Qué afortunadas son las nubes
que esta noche se disfrazan de
montaña y durante unos pocos
minutos me confunden y
dudo del lugar por el que circulo
en este coche acompañada por
un hombre rabiosamente sumido
en sus barbas blancas!

Yo he perdido la cuenta
de las calles por las que he pasado
y de los controles de velocidad
Me absorbe un toque de conciencia:
La noche que escapando de la
oscuridad, se hace farola, bombilla,
linterna, cualquier cosa
que no haga desaparecer
este mundo nuestro tan desigual.
El grito de la playa, la ola furtiva, la piedra
tenebrosa deberían hacerse
visible para que yo descanse en paz,
para que la vista no se me turbe, y las palabras
que acaban siendo reproches se hagan
minúsculas partículas de azar y memoria.

¡Qué anónimas son las gaviotas
con ese vicio tan particular
de ansiar el hambre del vecino,
se rompen el cuello para leer
un garabato en la playa
y tartamudean para aparearse
y nunca, nunca se dejan llevar
por las ráfagas de viento!
Son gaviotas
que en la ciudad de Brighton
recitan sonetos, y recuerdan
tu nombre, envejecen de repente
y se las ve cansadas, torpes, como si hubieran
nacido antes, y no les apeteciera
comer nada más que agua y aire!