Annette

Y si alguien escucha tras la puerta, que sepa que no hablo de un personaje impío, desbocado, conspicuo sino de Annette, mi niñera.
Así comenzaría la historia, llegaríamos a la mitad de su recorrido, y después, quien sabe si habría algún otro personaje que se mofara, que se burlara de lo dicho.

Annette estaba sola, cosía, tenía miedo de levantar los ojos, y por ello no dejaba de zurcir, le angustiaba que el hilo se terminara aunque fuera inevitable, que el tejido no fuera inmensurable o que un gesto nervioso le obligara a erguir la nuca. Las voces se propagaban por la casa, y los chillidos dóciles que animaban la habitación le hacían soñar, y oía un balbuceo que le arrobaba, le encendía las mejillas. Un niñito ha posado la mano sobre su cabeza.

!Annete, Annette! ¿Por qué no me miras?

Ella piensa en sus plantas, en las hojas mustias, en las ramas partidas, en la tierra secas y en una música que le invitara a bailar y quiso ponerse en pie, pero no pudo.
Un niño le besa los ojos y le pellizca el cuello y Annette no le ve, zurce arrullada por los llantos y las risas.
Los niños juegan, palidos, como pequeños gansos, en torno a la habitación.
Ella arrastra la silla hasta la ventana y la abre, una leve brisa apacigua sus mejillas.

-Annette, dame agua, tengo frío. Es ya de noche?, que me traerás mañana?. Tráeme un cielo raso, una nube viva y un cuerpo firme.

Ella creía que el aire le perforaría los oídos, y un gnomo bebe de su vulva y se enciende animoso. Annette borda mientras un líquido le resbala por los muslos.

!Annette, Id me ha quitado la pelota! Annette crees que la lluvia es como el oro, macizo y húmedo, y que los vencejos hacen cortinas de humo alrededor de los lunáticos?

El gnomo sintió que se moría, soplaba, soplaba para hincharse y repentinamente dijo:
-Estaba muy solo, sabía que las guerras durarían y estaba tan solo, ! Que días tan oscuros y que lenta es tu pasión!

Ella despeinada, con el cabello sobre los ojos, las zapatillas sucias y un vestido que ponía al descubierto toda la ternura de su envejecido cuerpo, zurcia.
Los niños correteaban inquietos, se colgaban de sus faldas, convencidos de que ella dormía, le descalzaban jugueteando con sus pies, los besaban entre risas y empujones. Y Annette se sentía sola.
El dedal se le había caído, y lo recuperó de inmediato, pero un niño se lo arrebato de las manos, y se lo metió en la boca.
Annette presentía que alguien luchaba en su interior, entonces adivino que era su propia sangre y no se inmutó, continuo zurciendo, se metió un dedo en la boca y tentó los huecos que las muelas extraídas habían dejado.

Annette, Boo se está ahogando, no puede respirar, Boo, está amoratado como un …
-Degollado, se apresuró Annette a concluir.
Annette, Annette! Gritaba un niño llorando, Boo está muy quieta parece...
Muerta-dijo ella-muerta. Y lo repitió para que aprendiéramos como describir la muerte con precisión.

Annette seguía zurciendo calcetines, pantalones medias de seda y pensó: que las piernas tan flacas de los niños eran como flamencos sin plumas con picos de algodón, que los ojos limpios de los niños goteaban y que las lágrimas se secaban solas como el placer, y se sonrió.

Tráeme uvas!-ordeno sin precisar a quien.
Un niño puso un racimo de uvas sobre su falda y ella arrancó una uva, se la introdujo en la boca, y la empujo hacia el fondo de su garganta sin masticarla, se vio expulsada inmediatamente de la silla, por un repentino ahogo, se asomó al balcón para vomitar y algo cayó al suelo, que aunque sea difícil de creer se atrevió a hablar.

¡Yo, te había imaginado más alegre !-dijo

Annette con los ojos enrojecidos, desorbitados, y los brazos revoloteando, iluminada de asombro, se desplomó sin aliento.

-Te he hecho una preciosa mantilla, de colores muy vivos, con zambombas zurcidas como las que la yaya tocaba en la Navidad. Soy tu madre

-Yo te había imaginado más alegre -repitió otra vez la recién nacida.

Los niños vociferaban, se reían, arropaban al bebe, le alimentaban con setas y trozos de tocino. Yo estaba oculta, la miraba con inquietud. Temía que me viera debajo de la mesa, despierta a media noche probándome sus vestidos de calle. He oído a su compañero pronunciar su nombre.

-Annette, Annette, Annette.

Sí, ha dicho ella agotada, por fin sin alma. Sí que es un alivio dejar un rastro tan claro.

¡Annette, Annette!

Comentarios & Opiniones

Xio

Pero Trinidad!!Que clase de locura hay es ese cuarto, yo no sé cómo Annette no se ha tirado por la ventana jajajaja, si está viva de casualidad, que manera más entretenida de llevar una historia, me ha gustado ese vaivén de situaciones, saludos.

Critica: 
Trinidad Catalan

Gracias Xio, eres tan amable y generosa. Esa historia la escribi hace tanto tiempo, era dificil sentirla, pero me gusta la idea de un gnomo soplando para sobrevivir la intensidad del placer.

Critica: