Un día un escrito - Día 11

poema de Cuervo

Los psicópatas pueden ser extremadamente crueles, son de absolutamente sangre fría.
Su cuerpo abría sido fríamente mutilado, hasta el punto que su cabeza fue localizada en un contenedor de basura cerca a su domicilio.
-¿Acaso se atreve a negar todo? ¿Cuánto tiempo piensa seguir negando todo? Ya no hay escapatoria, TIENE que aclarar los hechos.
-Comprendo y teniendo clara mi posición, solo me queda hablarle a esa antigua grabadora y esperar que tenga la suficiente fuerza para soportar lo que le voy a contar. Pobre humano.
Todo inició una tarde noche alrededor de las seis o siete pasado meridiano, por la carrera 26. Unas cuantas tablas verdes se trazan a lo largo, con unos hierros viejos mal pintados. Una, dos tres y cuatro estructuras iguales. Otro trozo de hierro igualmente se levanta desde la tierra, hueco supongo, lleno de cables que alimentan el sol nocturno de su extremo inalcanzable.
Ahí estuve sentado en las tablas verdes hasta pasada la media noche, dos cajas de cigarrillos Red Apple y una botella de licor barato ya daban fin y la brisa dibujo bellas imágenes en las maderas verdes, aun tengo las fotos
Es instintiva, adictiva, deliciosa y atractiva la idea de tener la mente clara y más claro no iba a estar que esa noche que tome la decisión de romperle la piel con un martillo, o cortarla con los vidrios rotos de la botella de licor barato. Si, con la mente mareada, comprendí que eso sería mejor.
El mareo por el líquido de la botella de licor barato y en compañía del último cigarrillo, caminé por la oscura carrera 26 hasta encontrar un lugar cálido de paso, para las noches. Luces psicodélicas, la gente a esa hora no camina tranquila por la carrera o las calles que la atraviesan, son como imágenes distorsionadas de varios colores rojas, azules, negras y naranja a muy rápida velocidad, rostros temerosos y ojos hundidos, voces grabes y agudas gritan de dolor, hablan más rápido, más lento y yo, bueno yo hasta encontrar un lugar de paso para las noches.

El lugar de paso para las noches era una calurosa cama por donde entraba la luz de la Luna. Le hice el amor hasta que tuviera un orgasmo, hasta tener un orgasmo. Eso creí. Perdí el control por culpa del aumento de la temperatura que ya sobrepasaba los 50 grados centígrados en el lugar de paso para las noches. Eso creí. Abracé su cuello con mis manos, suave, lento, completamente, fuerte, fuerte, más fuerte, enérgicamente. Le Adorné la piel con alfileres. Eso creí.

Desvió de la ruta de su piel al hacer el amor.

Besé cuanto rincón de piel me permitió besarle, luego besé cuanto rincón de piel yo quería, ella no lo impedía. El filo de la navaja que no corta desgarra la piel de mis dedos, se entierra en mis dedos. Ese filo de la navaja que no corta, desfigura y hace perder el perfecto color de su piel. Ese aroma a marihuana quemada entraba por la ventana, como la luz de la Luna. Cuatro puñaladas, una en el cuello, dos en su pecho y otras en el pómulo. Su perfecto rostro ¿su perfecto rostro? ¿El perfecto color de su rostro?

Sus gritos de dolor me estimulan, sus gemidos de placer me erizan

En el lugar de paso para las noches, con la botella de licor barato en la mano derecha y las dos cajas vacías de Red Apple dentro del pantalón de jean tirado en el piso, la violé desesperadamente. Dejé la botella. Con el filo de la navaja que no corta y que desgarro la piel de mis dedos, corté sus circulares y perfectos pezones. Los guardé en mi caja fuerte.
Esa noche ella fue la indicada, la elegida.

No hay nada mejor que una mujer inerte.