Fuerza, ímpetu y fragilidad.

Homenaje a A.S

Un rayo noctámbulo partió en jirones el cielo.
Como blanca candida, envuelta en rozagantes trajes de novia
cae al precipicio, silenciosa entrando al cosmos
la hija noble del panteón sancristano.

Desciende lentamente, sin abrir aquellos ojos celestiales,
en una hamaca majestuosa, repleta de rosas y flores que le adornan.
Entonces, un canturreo feliz le sorprende
son los pájaros que se avecinan en pequeñas hileras,
y en sus bocas llevan laureles.
la esplendorosa corona que reflejara su potestad de reina absoluta.

Ella, risueña, ejecuta improvisadas piruetas sobre los aires.
Las blancas nubes le acogen, mientras su frágil cuerpo se deshace.
Abre sus manos felizmente y anhela tener el universo junto a su libre corazón.

Inmersa en una profunda calma, su mente y espíritu supieron unirse en uno.
Una estela de Ángeles santos, benignos habitantes que Dios custodia le bendicen con las alas puestas hacia arriba, entonando cantos gloriosos.

El aterrizaje se aproxima en filas correctamente dispuestas, las aves luminosas rompen aquel portentoso baile y se lanzan a tierra.

Con hábiles hechizos le ungen una bendición de mortalidad,
y su rostro lampiño cubierto por una sutil risa solemne, inclina la cabeza en señal de agradecimiento.

Al pasar el primer núcleo que recubría ese espacio marítimo, le advierten que se aferre a sus crines doradas las cuales sostienen su maravilloso carruaje.

Lejos de preocuparse, la hermosa princesa griega, se antepone ante el miedo y con un supremo grito avanza ante los humos grises, los cuales; impiden contemplar la más bella imagen rodeando las líneas imaginarias que la vía Láctea no puede tocar.

Una trompeta suena en medio del viaje,
son la última señal que envían sus guardianes celestiales.

Y orgullosa del acto a punto de concretarse, suspira el aire limpio inundando su pulmón. En pie, sostiene nuevamente esos crines curiosamente bordados, hecha una ultima mirada hacia atrás, para no olvidar a quienes le ayudaron en ese interminable viaje y abre los brazos con total libertad.

Y se lanza a los mares azules, los únicos reyes que gobiernan el cielo y las corrientes altas, es allí, donde esta nueva joya reencarnara.
Pero no como Afrodita o Venus, en algo más sublime y encantador, ella se hará fuerte. Retornara en un embrión en brazos de una madre que quizás a veces le provocara sufrimiento y en una vida lejos de sus inimaginables palacios cubiertos por sutiles mortajas cuidadosamente bordadas por risueños querubines.
Allí, en ese momento, esta reina cruelmente azotada y victima de impredecibles arrebatos, ira a sumergirse entre las aguas como desde el principio cubierta solamente por blancos tules.
Y a su imagen y semejanza al transcurrir los años de su partida en honor a ella se erigirá hermosamente: A mi heroína Elis, la Poeta maldita.