YO HE HECHO REÍR A DIOS

Tengo la certeza de que por lo menos una vez he hecho reír a Dios. Tal vez en esas noches en que le recé borracho, mezclando confesiones con canciones viejas. Como un sin vergüenza, pidiéndole aún sin antes pagar mis antiguas deudas.

O quizá fue cuando prometí cambiar, y al amanecer volví a los mismos pecados, esos que saben a piel y dejan mis oraciones obsoletas como un chiste sin remate.

Sí, he hecho reír a Dios orando. Intercalando la fé y la duda, pidiendo bendiciones a sueños que chocan con sus mandamientos, escalando muros que no son los míos y sentándome en la orilla de un vacío del que me niego a salir o a entrar por completo.