UN BULEVAR VACÍO.

UN BULEVAR VACÍO.
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¿Cómo pintarte en un verso si no sé cómo hacer poesía?

–Tal vez, sea el momento de clamar por un maestro–

O quizás, deba esculcar dentro de mi ser todo, hasta encontrar algún color irisado que pueda de una vez, emulsionar tanto dolor e iluminar mi cielo tan solo para poder declamar con todo el peso de este amor, que eres la luz de mi existir.

Dime, musa de mis andares, ¿cómo hago para confesarle al mundo que no sé amar?
Que mi corazón palpita enloquecido mientras mi boca traicionera solo balbucea cuando anhelo decirte que eres la única estrella que brilla en esta pérfida oscuridad.

Que sin ti camino solitario por nuestra plaza
y en cada paso me dueles.
En esta soledad absoluta, siento como bulle la Alameda cuando en susurros el viento enamora a los abedules y con su fragancia, mi alma envenena y que me siento un ente imaginario en una vida tácita e insoluble.

Y quisiera gritar.

—¡Me gustaría gritar que hoy no soy más que un inmenso bulevar vacío!–

Que tengo todo ya delimitado para circular en ambas vías, mas me falla el coraje para declararle al Ades que eres el amor de mi vida y que así paso noches eternas sin tránsito y con cada una de mis esquinas vacías.

¿Cuánto tiempo podré tolerar esas gélidas madrugadas que en un suspiro se tornan en días grises, sin el calor de tus palabras?

Hoy, yazgo como el cemento, hecho de sol y de agua; que estoico resiste toda esta soledad, como si el reloj se estacionara en el tiempo de la nada.

¿Quién iba a pensar que sin las golondrinas de tu risa, no habría verano?
Que no habría estrellas en un cielo claro.
Quién iba a decir que el frío del invierno
sería tan pequeño sin el calor de tus brazos,
y que sin musas, moriría la inspiración
quedando de mi poesía solo retazos.

Raymond Sánchez.