EL NIÑO Y EL VIENTO

poema de Ray Day

EL NIÑO Y EL VIENTO.
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Desde el mismo confín del monte Helicón,
donde la brisa fresca se convierte en huracán
arrastrando todo en su brevedad,
corren los suaves vientos que le sirven de pincel a mi ocaso.

Allí mi niño interior, bajo su acacia festinando los rayos de luna como cada noche, meditaba en que del viento se decían muchas cosas;
que era dios caprichoso arreciando sin ser invitado.
Inclemente. Y que desconcertarle, era una apuesta a lo imprudente.
Tan lejos, tan cerca.
Insondable por la vista o al alcance de las manos.

Difícil era comprender tales infundios. No comprendía. Era su amigo. ¡Y cómo no!
Si era el único capaz de traerle su fragancia, la de ella...
La chica de las flores, con la bella sonrisa de colores.

Transformándose así en su más audaz y fiel mensajero, cumpliendo la sola misión de llevarle sus letras; poemas sin forma capciosa o beligerante, solo versos puros y ardientes salidos de alguna parte
de mi niño interior; ese que es indomable. Audaz. Capaz de invocar al viento y amoldarlo a voluntad en su corta edad.

Él en vez de arredrarse con su misterio, se mostraba sonriente ante el austro siendo éste capaz de mostrarle sus secretos adentrándose como las nubes se incrustan en el cielo, haciéndose ambos alumno y maestro.

Mostrando pétreos signos de lucha, en lo frondoso de los árboles me enseñaba como observar a los pájaros y a escuchar la guirnalda con el canto en redoble de las aves; algunas concebidas de alas ralas y viscosas de eternos vuelos lentos como la niebla, incapaces de volar a nido alguno.
—Mientras, mi ave canta y canta—.
Sentimientos y única pasión voluptuosa
que tenía el poder de controlarlo por piedad.

Al mirarlo y recordarlo esta noche,
no es necesario ser un erudito para conocer la diferencia
que había entre el valiente y el cobarde.
Aunque ambos brillan en similitud,
uno es puro resplandor; el otro, auténtico como las piedras de los ríos
que se encuentran en las faldas de mi musa.

Mientras recuerdo, mientras lo recuerdo, traigo a mi niño interior
otra vez para ver si acaso esta noche de luna plateada
en que no te tengo amor mío,
mi viejo amigo me envía fuerza y vigor para que al alzar mi mirada ingrávida al infinito, entre el azur de sus estrellas formadas en cruz,
mi alma viaje al sur del continente mostrándote que
amor y viento son sentimiento.
Que cuando se unen y reúnen alumno y maestro,
son capaces en poesía desbordada de unir almas
a pesar de toda maldita distancia.

Mi niño me rescata una sonrisa y
el viento la entrega inmediata al costado de tu almohada,
dejando claro que ese lugar será ocupado por él y el viento.

Raymond Sánchez.

Comentarios & Opiniones

La Dama Azul

Caballero me complace la lectura de vuestras letras introspectivas, adentradas a la escancie propia del escritor.

Reciba mis cordiales saludos.

Critica: 
La Dama Azul

"Mi niño me rescata una sonrisa y
el viento la entrega inmediata al costado de tu almohada,
dejando claro que ese lugar será ocupado por él y el viento"...

Critica: 
Ray Day

Muchas gracias Gabriella por su visita y comentario. Me honra con su presencia. Reciba un fuerte abrazo fraterno...

Critica: 
Luna

Hermoso poema, hermosos recuerdos que trae el viento y llega a su destino con la claridad de un amor que clama inocencia y amor. Saludos fraternos desde Quito, Ecuador.

Critica: