Tormento del errante final

poema de Décimo

Los minutos se convierten en horas, los días se desvanecen en un abismo sin fin. El sol sale y las nubes pasan, pero tú permaneces ahí, inmóvil, sin vida. Mi corazón no puede soportar más este dolor, esta ausencia que es un vacío sin fin. Los niños crecen mientras yo sigo aquí, esperando, día tras día, noche tras noche, y nada cambia. Los meses se vuelven años, y aún sigues sin hacer nada.

El peso de tu recuerdo es una carga que me agobia más y más cada día. La esperanza se desvanece, dejando un camino sin rumbo, sin un destino claro. Ya han pasado demasiados años, y nada ha cambiado. Sigues ahí, impasible, sin hacer nada. A veces, siento que estás a mi lado, pero nada cambia.

Los días son grises, y el tiempo se desliza sin sentido. El reloj sigue su tic-tac constante, mientras la espiga vuela y la lluvia no cesa. Mi alma está cubierta por un manto de dolor y tristeza, un cenicero maldito que atestigua mi sufrimiento.

Solo una luz de farol en la calle y un parque tan triste como yo. Los adoquines se desvanecen bajo mis pies, mientras mi mano temblorosa busca un camino en la oscuridad. Pero restauro el camino con cada amanecer, aunque todo gire como una gran ronda a mi alrededor.

Mi corazón es un mar de lágrimas, con palabras de amor efímeras y un dolor sempiterno que parece no tener fin. No hay resiliencia en mí, solo el canto del viento que aúlla en mi corazón. No hay razón, ni esperanza, ni olvido. Y mis ojos se pierden en las sombras distantes del alba, solo y sin mi amor.

El ataúd de cizaña me envuelve en su refriega de indolencia, mientras mi claridad se pierde y tus ojos se desvanecen en el tumulto vespertino. La ciénaga acompaña mi destino, un laberinto azul y escondido donde el tiempo clandestino se desperdicia. Tú ciegas un ángel lloroso y el laurel se mofa, el camino se acaba con cada uno de tus suspiros. Escucho un relato de gemidos ahogados, como si fuera un bandolero sentenciado y resignado.

¿Acaso no lo ves? Está justo ahí, en medio del caos. Nada desprende el viento en tus cabellos, nada enreda tus manos, y el barquero espera en silencio sin que nadie lo note. Nadie acompaña, y me resbalo en tu sombra mientras el esfuerzo tiembla. Pero aún así arranco, camino y diviso el amarre. El caudal se eriza en mis vellos mientras descarno la realidad y desaparezco.

El espanto se engrandece ante ti, y sé que esperas mi muerte. Desafío al edén y al árbol de la vida, porque esto acaba, se termina. Me deslizo lentamente hacia mi refugio sin fin, mientras tú estás aquí y yo sin ti.
Zorzales heridos lloran sin cesar, manantiales puros para sedientos vagabundos. Respuestas lejanas al azar. Cantos de violines abandonados, káiser rotos y olvidados, muros gastados y enmohecidos. Lágrimas de ángeles abandonados, la última mirada de un moribundo. Una rosa inefable en un bosque, cenizas de lo que fue un hogar, luminiscencia en el mar profundo, claridad en sus ojos muertos. Vanidad consumada y herida, desprecio irresoluto por la vida. Enredadera hacia el cielo, paraíso de Dante, entendimiento universal. ¿Dónde está todo? ¿Bajo tus pies salinos? ¿En la mirada de un lobo al infinito? ¿O tal vez detrás de mí? Solo camino bajo la lluvia, hacia tí."

Comentarios & Opiniones

Artífice de Sueños MARS

Interesante relato, para mi que soy un viajero de nacimiento, y es más, nocturno. Ahí es cuando se siente el suspenso por las sendas que alejadas de las carreteras desafían al miedo.
Saludo cordial y hasta nueva publicación.

Critica: