tu rostro es un cielo y cuantas veces quise perderme en el estando muerto tu voz son horas sinceras del alma que corren hasta buscar abrazarla tu minuto un correr sin frenar tu mirada el destino donde el bien se compra y el mal se vende por un centavo al esperarla ella con su voz se desnuda sin que necesites mirarla lleva a la cama tu amargura y la convierte en una felicidad cotidiana