LA NANA

Ella es amiga de los chiquillos
su confidente, su camarada,
ella les quiere como sus hijos,
pues conoce todas sus faltas,
y en su pecho, blanca ternura,
si habrán quedado miles de lágrimas.
Ella es el alma de nuestra casa,
ha reemplazado a la que falta,
a la ausente,
la que trabaja,
la que ya no tiene tiempo
de ver qué cosa al hijo le falta.
Pero allí esta la Nana,
la que cocina y la que plancha,
la que ordena y la que dobla
en cuatro partes cada mañana.
La que sacude el polvo del alma
que todos dejan bajo la cama.
Pero ella...
Ella dejó de ser Juana Pinto,
Tereza Gonzáles o Carmen Estrada.
Ella es la Nana,
no tiene rostro, no tiene nombre
y sin historia...
No tiene nada.
La bautizamos y rebautizamos,
y amí me duele cuando la llaman
como si fuese tan solo un mueble
que adorna el ambiente de nuestra casa.

¿Yo quiero que sea Rosa o Camila,
Luisa, Francisca o María Clara,
quiero de nuevo que tenga rostro,
que tenga nombre,
¡Y nunca más
la llames Nana!.