La consulta del médico

Veo ante mi a gente, gente, mucha gente,
de todo pelaje, asaz de variopinta,
blancos, negros, de costumbres muy distintas,
sentados, allí esperando muy pacientes.

Todos ellos van rumiando suavemente
sus miserias, y quizás viejos consejos.
Son mayores, casi todos ya son viejos,
amarrados al dolor, miran de frente.

Solo veo, de esperar gente cansada,
un lamento que se escucha de repente,
todos ellos van cruzando lentamente
sin hablar, sin rechistar, sin decir nada.

Uno tras otro accede al confesionario,
ateos sean o sean muy creyentes,
desgranando van las cuentas del rosario
suplicando al buen dios que sea clemente.

Se presignan, se santiguan y le imploran
que amortigue su penar aun levemente.
Si castigo han de pagar para ello lloran,
un calmante allí suplican insistentes.

La sotana negra aquí se ha vuelto blanca.
No hay pecados. Males del cuerpo dolientes
son. Las heridas chillidos hay que arrancan
que el médico intentara sigan ausentes.