NECROLOGÍA GRANATE

Oh, G.U.E. ancestral, armazón desvaído,
de un sol cuyo fuego el tiempo ha enfriado.
En tu portal, que a Sánchez Carrión honra,
mudo testigo de historia y quimera.

Sánchez Carrión, numen de mi edad temprana,
del dos mil al dos mil diez, tu influjo forjó mi senda.
Tus muros exudan el óxido de un atardecer lento,
Vetusta G.U.E., carcasa de un sol sin aliento.

"¡Estudio y Honor!" eco en la pared sombría,
un lema espectral que el polvo cubría.
Mas fue en tus aulas, de luz tenue y fría,
y en tu biblioteca, de aroma a papel y a historia dormida,
donde mis primeros versos, flores de salitre y hiel,
nacieron del polvo de algún libro infiel.

En tus venas de piedra, mi espíritu fue peregrino,
bebiendo el néctar amargo de un anhelo febril.
Y la pluma, antes águila, hoy insecto que traza
un círculo mustio en la pizarra sutil.

Reflejo en el charco de un cielo plomizo y vil,
autocrítica, daga que hiela el marfil
del recuerdo. Mas bebo tu cicuta letal,
¡oh, crisol de mis fiebres, mi G.U.E. fatal!

Hoy te miro, y el tiempo, en su implacable curso,
ha borrado las huellas que no supe guardar en mi pulso.
Tus ventanas vacías, ojos sin luz que lloran
las risas perdidas, los sueños que añoran.

La tiza, un vestigio, blanca sobre el pizarrón,
se deshace en el aire, cual vana ilusión.
Mas no reniego de la sombra que en ti hallé,
pues en cada derrota, un nuevo verso forjé.

El sol, en su ocaso, tiñe tu fachada de antaño,
de un granate profundo, que la memoria teje con paño.
En cada ladrillo, un matiz que no se olvida,
la esencia de mis años, en tu pulso prendida.

Cual madre que a sus hijos recibe,
emergía La Gruta de Lourdes, remanso y consuelo.
Nuestra Madre, la Virgen, nos espera serena en su gruta,
su efigie bendita, promesa sagrada y eterna,
custodia el umbral de nuestro futuro anhelado,
dispuesta a envolvernos en su amor y dulzura.

A ti, sombra en el eco de mi tumba joven,
que este lamento sea tu epitafio,
y el eco de tus pasillos, mi condena y mi flor.

En el eco de aquellos pasillos sin fin,
mi voz cobró aliento, mi espíritu, al fin,
halló la manera de ser y de estar,
más allá de tus muros, lejos de tu pesar,
de olvido y de angustia, de historia tenaz.
Vetusta G.U.E., tu memoria es mi raíz y mi faz.